
IV Domingo de Cuaresma
marzo 30
Este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido.(Lc 15, 1-3. 11-32)
Gustar y ver la bondad del Señor cuando nos sentimos reconciliados
con él es la fuente de nuestra alegría. Jesús nos invita a identificarnos
con el padre. Al final ha encontrado al hijo menor que
se había ido; solo el hijo mayor sigue perdido, aunque no se haya
ido fuera, y todo por no comprender la misericordia del Padre. Esta
misericordia viene expresada con prisa: «Era preciso celebrar un
banquete». No calcula su alegría por el hijo que ha vuelto, ni el qué
dirán. ¿Se esperaba el Padre que la crítica viniera de su propia casa?
Este hijo mayor representa a los escribas y fariseos, los que ponen
en duda la acogida misericordiosa de Jesús para con los pecadores.