Solemnidad de Todos los Santos
Solemnidad de Todos los Santos, que están con Cristo en la gloria. En el gozo único de esta festividad, la Iglesia Santa, todavía peregrina en la tierra, celebra la memoria de aquellos cuya compañía alegra los cielos, recibiendo así el estímulo de su ejemplo, la dicha de su patrocinio y, un día, la corona del triunfo en la visión eterna de la divina Majestad (elog. del Martirologio Romano).
Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo. (Mt 5, 1-12a)
Celebramos que el amor es eterno, y que somos peregrinos guiados por la fe y llamados a la santidad con una multitud de intercesores. Buscamos el rostro de Dios, su amor misericordioso. En
este Evangelio está la enseñanza más importante de Jesús: amar como Dios ama. Y esto se consigue no viendo nuestra existencia solamente a ras del suelo, preocupados y agobiados solamente
por el día a día, sino orientando nuestra vida hacia Dios. Bienaventurados porque no estamos a merced de los intereses de este mundo, del poseer para ser más, del acumular para aparentar, sino al servicio del reino de Dios y su justicia.