
XXIII Domingo del tiempo ordinario
septiembre 7
Aquel que no renuncia a todos sus bienes no puede ser
discípulo mío. (Lc 14, 25-33)
El seguimiento de Jesús exige una lucha diaria, huyendo de intereses
personales, ideologías y acomodaciones, pues el enemigo
se esconde y no da la cara, y fácilmente nos acomoda en la dulce
mediocridad. Solo la gracia del Espíritu Santo nos mantiene
en el servicio diario con perseverancia, y solo así encontraremos
la verdadera belleza y el entusiasmo de la radicalidad del seguimiento
de Jesús. Y es que Jesús nos enseña primero a servir a la
gran familia de Dios con desprendimiento, «posponiendo» otros
intereses humanos, y en este servicio se integrará también nuestra
familia carnal, cuando mostramos la belleza de ser la gran
familia de Dios.