
XXX Domingo del tiempo ordinario
El publicano bajó a su casa justificado, y el fariseo no. (Lc 18, 9-14
El fariseo no ha ido al templo a rezar sino a hacer una visita para recordarle a Dios que él es bueno; mientras que el publicano sí ha ido al templo a rezar y a encontrarse consigo mismo, con su dolorosa verdad, y con la misericordia de Dios. Las palabras breves y sinceras del publicano son para Jesús el modelo de toda oración. El fariseo no clama a Dios, pues no se siente pobre y necesitado y, en vez de repasar sus propios pecados, se dedica, en su soberbia, a repasar y despreciar los pecados de los demás. El fariseo, en su oración se busca a sí mismo, mientras que el
publicano se siente solidario de tantos pobres y marginados que gritan al Señor con humildad.